Los carentes elementos de una academia callejera, Héctor Darío Reyes

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Vigía Sur, Santa Clara, Villa Clara, 25 de Marzo, (FCP). Hace unos años, mientras filmaba un audiovisual de cine, discutía acerca de sí el tener o no buen presupuesto de producción haría una mejor película o no. Yo afirmaba (apasionadamente como suelo hacerlo) que no hacía falta “tanto dinero” para hacer un corto, sino mucha “bomba”.

El director y la fotógrafa echaron por tierra mi defensa con una pregunta: ¿Cuántas hamburguesas te has comido hoy? Y eso era solo la merienda. Entonces pasaron a desglosarme toda la actividad de producción que lleva un equipo de realización para hacer un corto documental de cine.

Y esta anécdota me introduce en otra disciplina. No de cine, no artística, pero igual de compleja. La pelota. Porque en cualquier calle cubana pueden encontrarse niños que juegan pelota “a la dura”, “a la bamba” o el sencillo, pero no menos importante, “taco”.

Pasan horas, aún con uniformes y algunos, incluso descalzos. Juegan desenfrenadamente a la pelota. Juegan, corren y batean, buscan igualar la hazaña que le vieron hacer a Paret, a Olivera o a Borroto. Buscan dar el palo que dio Viciedo, Pito Abreu o Cepeda.

Ellos estarán ahí hasta el anochecer, hasta que no se vea el terreno ni la bola. Pero cada uno de estos juegos quedará en su espíritu para toda la vida, de pelotero aficionado, en su espíritu de cubano.

Saben de qué hablo. Algunos de nosotros hemos roto el cristal de una bodega al batear la pelota de casco que recogimos de los exteriores del estadio. O que recogió otro que se perdió el juego para poder “cedérnosla” por tan solo cien pesos.

A esa hora del batazo, como niños, nos hemos asustado por el cristal roto, la pérdida segura de la pelota o el regaño que nos darían, pero seguro todos hemos pensado alguna vez ¡Ño! Le di durísimo, hubiera sido Jonrón, al fijo.

Y entonces dejamos de preocuparnos, porque sabemos que ya hicimos lo que todo aficionado al béisbol le encantaría hacer, golpear bien duro una bola. Igualar la hazaña de nuestros ídolos. Otros, hemos sabido jugar el sencillo taco, tan sencillo y a la vez, tan difícil, como darle a una tapa plástica de pomo de agua o de botella sábado corto, con tan solo un palo de escoba.

El novicio en las lides beisboleras juega sin equipos, pero con mucha “bomba”. Usa tres variantes citadinas de jugar el béisbol en pequeños espacios apretados, de estimular el cuerpo y las reacciones para llenar de números y técnicas de juego la experiencia y el oficio beisbolero.

Muchos jugadores conocidos tuvieron sus inicios en estas lides callejeras. Claro está, luego ellos fueron escogidos en sus propios barrios para integrar equipos en escuelas de especialización deportiva, y desde allí escalaron hasta “el Cuba”.

Peloteros de la talla de nuestras selecciones, de todas las provincias, enloquecen a cualquiera con sus hits y jonronazos. Parados sobre home, con todo y uniforme, y un buen bate de majagua. Peloteros de la talla de nuestras selecciones comenzaron “a la dura”, “a la bamba” o el sencillo pero no menos importante “taco”.

Así, intentan golpear una tapa plástica, de pomo de agua o de botella, con tan solo un palo de escoba. Intentan golpear una tapa plástica lanzada a un cuadro en la pared a guisa de zona de strike o mascotín de cátcher.

Ahora recuerde usted mi discusión, y la respuesta qué, como jarra de agua fría, ahogaron mis razones. Imagine usted si estos niños tuvieran los equipos necesarios para jugar beisbol. No digo en las escuelas especializadas, ni de quién es o no, la culpa.

Solo le pido que imagine. Si estos niños juegan así con la tapa y con un palo… a dónde llegarán con buenos equipos y buenas pelotas.

Esos mismos equipos que son parte de nuestro deporte nacional, piezas intrínsecas que conforman la cubanía. Esos equipos continúan ausentes de los mercados nacionales que no sean los de divisas, o peor aún… aquellos resueltos “por la izquierda”.

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