Oda a Fermín Valdés Domínguez: el amigo eterno. José Luis León Pérez.

Leon

El Gigante, Santa Clara, Villa Clara, 11 de julio del 2014, (FCP). El 10 de julio de 1852 nació Fermín Valdés Domínguez, el gran amigo de José Martí. Las primeras letras las aprendió con su familia, hasta matricular en el colegio dirigido por Rafael Sixto Casado, plantel donde conoció a Martí. Esa relación se consolidaría posteriormente en el centro educacional San Pablo, del poeta y patriota Rafael María de Mendive.

La amistad iniciada en la infancia iría fortaleciéndose con el tiempo. Motivado a partir de la coincidencia de principios y criterios respecto a los destinos de Cuba: la absoluta independencia del yugo colonial español.

Esa unidad de puntos de vista los hermanaría cada vez más. Primero, en la fundación del periódico El Diablo Cojuelo, en 1869; posteriormente –en 1870–, por la carta que ambos enviaron a un antiguo compañero de estudios calificándolo de apóstata por haber abjurado del ideal independentista. Este último hecho los llevó a prisión: Fermín fue condenado a seis meses y José Martí a seis años.

En Madrid se reencontraron nuevamente. Martí cumplía allí el destierro que su familia había logrado cambiar por los años de prisión en la Isla. Fermín se le unió en 1871, después de ser sustituida la pena por la salida hacia aquella ciudad, a raíz de los sucesos que implicaron a varios estudiantes de medicina acusados por profanar la tumba del español Gonzalo de Castañón.

Compartieron necesidades y anhelos en España; y tras una nueva separación se volverían a reunir en la amada Cuba. Fermín se fue a Baracoa a sus investigaciones; Martí nuevamente exiliado por su quehacer político.

No se encontrarían hasta un tiempo después en territorio norteamericano. Allí se separaron definitivamente, pues cuando Fermín vino a la Isla, ya el Apóstol había caído en combate.

Para entonces Domínguez era activo miembro en la lucha, involucrado en el Partido Revolucionario Cubano desde su surgimiento. En suelo cubano fue designado jefe de Sanidad Militar del Cuarto Cuerpo de Las Villas.

Como delegado asistió a la Asamblea de Jimaguayú, donde fue elegido Subsecretario de Relaciones Exteriores. Nombrado posteriormente Jefe de Sanidad del Primer Cuerpo y renunció a ese cargo para incorporarse al Cuartel General de Máximo Gómez, de quien fue su jefe de despacho.

Aunque Fermín no se destacó precisamente por su actividad en el combate, las escasas acciones en las cuales participó y su entrega en general le merecieron el grado de coronel del Ejército Libertador, con el que fue licenciado. Los pocos años que vivió durante la República se mantuvo aislado de la política.

Pero no estarían completas estas líneas si no aludimos a dos facetas de su vida: la actividad científica y la de escritor.

Respecto a la primera, además del ejercicio de la medicina en general, también practicó la forense y realizó algunos estudios de arqueología, antropología y sanidad vegetal. Además, se destacó en las investigaciones sobre las enfermedades en los cocoteros y las causas que las generaban.

A lo anterior habría que añadir los meritorios resultados obtenidos por el doctor Valdés Domínguez. Fue precursor de la medicina del trabajo, al preocuparse por las enfermedades que afectaban a los tabaqueros y la incidencia de la tuberculosis; investigaciones publicadas en la revista Médico-Quirúrgica de La Habana.

Como escritor, su trabajo «El 27 de Noviembre de 1871» denuncia como ningún otro, los nefastos sucesos de aquel día y el cobarde ajusticiamiento de los estudiantes de medicina. También fue activo colaborador de publicaciones como Patria, La Reforma y El Fígaro.

Gracias a la labor de Hiram Dupotey fueron publicados los dos primeros tomos de su polémico Diario de soldado, que recogen relevantes e importantes impresiones y apuntes sobre la Guerra del 95.

La importancia de las notas allí asentadas bien ameritan la reedición de los dos ya publicados y la edición de los dos restantes. Pero sé que esto no será posible, por ahora, porque estos esbozos destruirían fetiches históricos creados por los comunistas durante 55 años.

Fermín Valdés Domínguez fue un hombre íntegro que al servicio de los cubanos lo puso todo: su condición de médico y de ser humano. Su paso por la vida curó almas y enfermedades.

Martí expresó en un discurso de homenaje dedicado a este amigo y hermano, en 1894: «Sagrado es el que, en la robustez de la vida, con amor a la cabecera de la mesa cómoda, echó la mesa atrás, y los consejos del amor cobarde, y sirvió a su pueblo, sin miedo a padecer ni a morir».

Deja un comentario