Tiempo del Fin (IV), Antonio Raúl Machado García.

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Santa Catalina, Santa Clara, Villa Clara, 11 de mayo de 2012, (FCP). Dios nos deja conocer los diferentes sucesos y pasos que culminaron con el fin de la primera civilización, que era tan avanzada quizás como la nuestra. Este patrón fue establecido por el Altísimo y en Las Sagradas Escrituras podemos confirmarlo. A partir de entonces, las siguientes civilizaciones han seguido el mismo estándar, que los ha llevado a la entrega final de Dios.

En el artículo anterior nos detuvimos en los versos 21-24 en el capítulo 1 de la Epístola a Los Romanos, lo que llamamos la primera entrega de Dios: «Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios…por lo cual los entregó a la inmundicia». Un gran sector de La Iglesia ha apostatado y ha cambiado la imagen del Altísimo en aquello que ella pueda controlar.

La Iglesia Católica Apostólica Romana lo puso en La Misa, La Iglesia Protestante lo puso en el bautisterio, así pretendían los hombres tener bajo control el acceso a Dios y consecuentemente «reducirlo» al tamaño del ser humano para poder «manipularlo». «Para acceder a Jehová tienes que comulgar», plantean unos, y los otros que tienes que ser sumergido en las aguas bautismales.

Este desvarío ha contribuido a la entrega de Dios y así en los albores del final de los siglos, tenemos una generación contumaz que no quiere saber de restricciones. No importa a quién dañes, no se pregunta si es bueno o malo, el deseo del hombre moderno es total «libertad» para hacer lo que su carne le dicte y al final esa supuesta libertad (libertinaje), es esclavitud.

«Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos» (Ro.1.25). Al principio del siglo XX comenzó una corriente llamada Humanismo, la cual contribuyó a este cambio, este movimiento se describe como «La realización personal», o sea, el «yo» consigue lo que quiere.

La quimérica Teología de la Prosperidad, con su mensaje: «Confiésalo y luego reclámalo», es parte de la nueva religión producida por el Humanismo. Ellos enseñan que si quieres un mejor empleo, una casa más grande o más dinero, consigue a Dios, quien se intenta reducir a un medio para la autorrealización, y así se centran solo en la felicidad y no en la santidad.

Para justificar su corrupto modo de vida, el señor Obispo de la Iglesia Metodista en Cuba (IMECU), Ricardo Pereira Díaz, quien procede con gran servilismo hacia El Gobierno Cubano, se hace eco de este mensaje en sus prédicas. Pero esta información parece solo funcionar para él mismo y los secuaces de su Gabinete, quienes le retribuyen, a su vez, con enfermiza sumisión.

Peligrosamente, La Iglesia se ha salido de la base Bíblica y ha creado una norma en la que el mundo encaja cómodamente, al «comprimir» a Dios hasta una mera herramienta para alcanzar sus fines egoístas. El hombre malvado llega a creer que Dios es cambiante como él, por esto tenemos una inundación de nuevas traducciones, con las que se puede probar casi cualquier cosa.

La Versión Popular de la Biblia en español «Dios Habla Hoy», en colaboración con biblistas católicos y evangélicos, traduce Isaías 7.14: «La joven está encinta…», mientras que la de «Los 70» traduce: «La virgen concebirá…». Que una mujer conciba no es un milagro desde Eva, pero que lo haga una virgen, es una señal del Altísimo, que pretenden rebajar los modernos liberales.

«Cambiaron la verdad de Dios por la mentira…». El máximo exponente de este trueque ha sido la delirante «Revolución Comunista». Bakunim escribe respecto al programa de ella: «En esta revolución tendremos que despertar al diablo en la gente, agitar las más bajas pasiones. Nuestra misión es destruir, no edificar. La pasión de la destrucción es una pasión creativa».

La mente humanista sacó a Dios de lo sobrenatural y lo ha hecho parte de la escena humana, a la usanza de los antiguos griegos, quienes no quisieron una Deidad moral que les exigiera santidad, y se forjaron dioses mitológicos con sus mismas pasiones. Esa mente pervertida no puede asimilar el Nacimiento Virginal, el Nuevo Nacimiento, el perdón de pecados o el Juicio Final.

Al cambiar la verdad de Dios por la mentira, La Iglesia fue dejada sin un absoluto, y millones se perdieron en lo superficial. Estamos en contra del pecado del mundo, pero hay tanto pecado dentro de los líderes y de la feligresía eclesial como para hacer que los hombres maduros vomiten. Resuena en nuestros oídos el estruendo del tiempo del fin.