Hacia Donde Vamos II y final, Rafael Pérez González.

Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 28 de octubre de 2010, (FCP). A estos trabajadores se les ha ofrecido el trabajo privado como una nueva fuente de ingresos para los mismos. Analicemos las condiciones en La Mayor de las Antillas para realizar estos desempeños laborales. En nuestro país todas las empresas importadoras, que regulan el comercio entre ellas, son estatales.

De esta forma, todo tipo de mercancía está en poder del Estado, que les da el uso que estima conveniente. Así, en este contexto podemos hacer la pregunta clave, ¿dónde van a adquirir los nuevos pequeños empresarios las mercancías e insumos, que necesitan para desarrollar sus empleos por cuenta propia?

Si alguien desea abrir una cafetería, ¿dónde obtendrá azúcar y café?, ambas férreamente racionadas y que regularmente el Estado compra en el extranjero, dada la poca producción nacional. Así se puede seguir con casi todas aquellas profesiones o pequeñas empresas como la carpintería, ¡en un país donde hace años no se pueden adquirir puntillas en el mercado!

Por otra parte, aunque todos pudieran abrir un restaurante, remendar zapatos o arreglar muebles viejos, eso no producirá fondos exportables, que es lo que el país necesita, para palear la crisis monetaria, que enfrenta. Los cubanos se pagarían unos a otros con un dinero desvalorizado, que daría vueltas de mano en mano y que no contribuiría a fortalecer la capacidad económica del país.

Además, con la política de eliminar comedores obreros y cerrar empresas no rentables, los lugares donde robar insumos estatales desaparecerán, lo que hará cada vez más difícil obtener lo necesario para mantener pequeños negocios. Esto unido a que habrá menos posibles compradores o clientes para esos establecimientos, debido a los despidos masivos.

Pudiera pensarse entonces, después de todos estos análisis, que será el Estado, quien suministre o venda los insumos a los nuevos dueños de pequeños negocios. Si analizamos esta hipótesis veremos enseguida, que no resulta coherente. Pues las compras del gobierno en el mercado externo deberán sufragarlas con moneda fuerte.

Así se vería en todo caso en la necesidad de vendérselas, a los nuevos negociantes, al precio de 24 pesos por cada dólar invertido. Entonces, los inversionistas tendrían que vender sus servicios ajustados a los precios de los insumos, más sus otros gastos, lo que daría por consecuencia que todos sus servicios serían inaccesibles para el cubano de a pie.

De esta forma, sus clientes serían solamente los que reciban moneda dura, de sus familias en el extranjero o los pocos que se las agencian por otras vías. Estos últimos son una pequeña parte de la población, la cual no es suficiente para obtener ganancias y continuar con sus negocios abiertos.

Por otra parte, si el Estado subsidia esas ventas a los futuros pequeños empresarios, estaría perdiendo miles de dólares, bastantes escasos en sus arcas. Además, como negocio sería fatídico, pues compraría caro para vender barato y eso, ni en el capitalismo ni en el socialismo es admisible.

No hemos analizado aún el costo político del asunto. Si ese millón y medio de cubanos, que se dice quedarán sin empleo, migran a las filas de un incipiente capitalismo, quedarían fuera de la jurisdicción del Estado, pues poseerían sus propias fuentes de sustento y no tendrían que permanecer fieles a un Estado del que no dependen.

Entonces, cuando se les solicite que asistan a una concentración, mitin o acto político de apoyo al gobierno, ¿asistirían? Comenzaría a perder el gobierno su dominio sobre los cubanos, pues como sentenció uno de los ideólogos del socialismo: «el poder económico conlleva al poder político.

Por lo que este humilde bloguero intuye, en el futuro serán miles de desempleados, cada uno de los cuales se tendrá que agenciar su propio sustento, y si habrá capitalismo será de Estado, o sea, «todo es mío» y los demás, que arreen como puedan. Nada cambiará, seguirá la familia imperial dueña de todo y seguiremos por el camino… que conduce al desastre.

Hacia Donde Vamos I, Rafael Pérez González.

Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 21 de octubre de 2010, (FCP). Al tomar Raúl Castro las riendas del poder en Cuba, hubo un sinnúmero de especulaciones sobre el destino del país. Algunos pensaron en reformas económicas tendientes a la economía de mercado, otros que quizás seguirían el modelo chino, una gran mayoría siguieron la idea de cambios de corte capitalista.

Padecieron así de una autoceguera, ya que en el discurso del 3 de agosto, él dejó bien sentado su manera de pensar cuando aseveró: «A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo». Es decir, que su gobierno seguirá el mismo camino trillado hasta ahora, sin hacer concesiones económicas, pues de lo contrario traicionaría al socialismo de marras.

Los altibajos del régimen son archiconocidos, pues en el año 67 del pasado siglo se llevó a cabo la llamada «Ofensiva Revolucionaria», que transfirió todo a poder del Estado, aun los más pequeños negocios. Este proceder siguió la tesis de Marx en el Manifiesto Comunista, cuando afirmó: «la teoría del comunismo puede resumirse en la supresión de la propiedad privada».

Posterior al fracaso de la zafra de «Los Diez millones», se dio una visión de apertura económica en la gestión de las empresas estatales. En ese entonces se sacó de su cátedra de la universidad al profesor Humberto Pérez, el cual empezó a verse en los medios masivos cubanos en unión del Dr. Fidel Castro, como para darle al mismo un apoyo adicional en su gestión económica.

Al fin, todo quedó en el olvido al ser defenestrado el catedrático y tomar las aguas el nivel que antes habían tenido. En los años de crisis del Período Especial, cuando se perdieron las dádivas del entonces Campo Socialista, y al seguir el consejo de que cuando no puedas con tu enemigo únete a él, se despenalizó el dólar «imperial» y se permitió el Trabajo Privado.

Este fue rápidamente diezmado con una legión de inspectores que unas veces recababan los documentos, que acreditaran la legitimidad de los productos. En otras por causas banales impusieron tal cantidad de multas, que dieron al traste con la mayoría de estos pequeños capitalistas.

Todo esto no es nuevo y se puede apuntar, que en cuestión de imponer el socialismo todo está inventado. En Rusia en 1921, ante la escasez y el hambre, que produjo el levantamiento de Los Marinos de Kronstadr, Lenin se vió obligado a implementar su «Nueva Política Económica», para tratar de encaminar el desarrollo privado por el camino del Capitalismo de Estado.

Esa nueva política, aumentó la producción industrial y agrícola, pero comenzó a crear una clase burguesa, que se burlaba e independizaba del poder soviético. Stalin decidió suprimirla e iniciar el colectivismo en la agricultura, operación que se llevó a cabo con métodos despiadados y que produjo cerca de diez millones de muertes en el país.

Es decir, que todos esos tipos de ensayos de liberar el mercado e introducir reformas de corte capitalista dentro de un Estado Autoritario Socialista se han hecho ya y ninguno ha dado resultado. En África Julius Nyerere trató de construir el socialismo al colectivizar las granjas y el país pasó de ser exportador de maíz a padecer hambruna.

En Cuba, después de tomar las riendas del poder Raúl Castro, no hay señal de ninguna medida que conlleve a la economía de mercado o a un acercamiento a ella. La medida más significativa, que ha tomado el gobierno, que rompe con el de su hermano, ha sido permitir que los cubanos puedan alquilar hoteles, donde antes podían hospedarse sólo extranjeros.

Lo anterior no tiene nada que ver con liberalización económica y estaba incluso prohibido por la actual constitución cubana, lo que prueba la invalidez de la Ley en Cuba. El nuevo presidente en el discurso antes citado, ha hecho un llamado a: «no gastar más de lo que se ingresa», algo lógico para cualquier pensamiento racional y que tampoco tiene nada que ver con cambios radicales.

Además, ha expresado, que sobran cerca de un millón y medio de trabajadores, y en días recientes se ha publicado en la prensa el método de selección de los que se quedarán en sus empleos. Estas son medidas de las criticadas, a través de los años, por el gobierno cubano, el cual ha dado en llamarlas «medidas de choque», cuando son aplicadas en otros países.

Quizás esta forma de trabajo por cuenta propia no resulte asequible para todos los futuros desempleados.

Los Cambios que el País Reclama, Ramón Jiménez Arencibia.

El Condado, Santa Clara, Villa Clara, 14 de octubre del 20l0, (FCP). Continúa el deterioro indetenible de la economía nacional pese a las subvenciones, que el gobierno venezolano otorga a Cuba en su desmedido afán de salvar el Modelo Económico Socialista. Avanza la crisis en todos los aspectos, lo que pone de manifiesto, lo erróneo de las concepciones marxistas de lo invulnerable de este país ante las mismas.

Ya se ponen en práctica algunas medidas que han sido anunciadas, como muy sensibles pero necesarias y que afectan a una parte considerable de la población. Como no existen organizaciones no gubernamentales legales, no hay una fuerza organizada, que pueda canalizar el descontento popular, incluso ni la oposición.

La Central de Trabajadores de Cuba (CTC), es un instrumento dócil del Estado, la correa trasmisora de las orientaciones ideológicas del Partido. Hoy cumple ese papel a plenitud, el de convencer a la clase obrera de la necesidad de aceptar y apoyar sin reservas el plan de ajuste económico del gobierno.

No hay diferencia alguna entre las medidas que para sanear los presupuestos de algunos países recomienda el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las que aplica el castrismo. Entre ellas Están la eliminación de plantillas infladas, de subsidios y gratuidades indebidas, reducción del gasto público y el aumento de la eficiencia económica.

Marino Murillo Jorge, Vicepresidente del Consejo de Ministros manifestó: «Son esas las razones de peso, que aconsejan perfeccionar el tratamiento salarial a trabajadores disponibles e interruptos. Dejar sin efecto un grupo de resoluciones dictadas por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, que no se ajustan a las condiciones actuales.»

Continuaba el ministro Murillo Jorge: «Nuestro Estado invierte hoy en la alimentación 1500 millones de dólares anuales, erogación que convive con el hecho de que el 50 % de las tierras cultivables del país están sin explotar». Y añadía: «hoy tenemos entidades laborales con más custodios que trabajadores de su actividad productiva».

En otro aspecto de sus declaraciones decía el Ministro: «Existe en estos momentos una gran masa de trabajadores en actividades improductivas, es el resultado de deficiencias en la planificación de la economía, lo cual nos ha conducido a un desequilibrio económico incrementado, también por la situación financiera internacional».

Agregaba: «crecen los precios de importación y bajan los precios de las exportaciones». Estas fueron declaraciones textuales del señor Marino Murillo, Ministro de Economía y Planificación y Vicepresidente del Consejo de Ministros. Prácticamente ha señalado el desastre actual y el mal desempeño del Estado en su dirección y control.

De todo esto se desprende que el cuadro negativo de la economía cubana es el resultado de su ineficiente modelo, el cual ha generado un empobrecimiento general. No se puede negar que el embargo norteamericano o la desaparición del socialismo en la Europa del Este no hayan tenido un efecto dañino para el país.

Estos cambios que la nación reclama y se realizan en algunas esferas, abren las posibilidades de que el sector privado nuevamente ayude a salvar a Cuba de la hecatombe. No debe haber marcha atrás, el deterioro permanente de los niveles de vida de la población así lo exige sin dilación.