Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 28 de octubre de 2010, (FCP). A estos trabajadores se les ha ofrecido el trabajo privado como una nueva fuente de ingresos para los mismos. Analicemos las condiciones en La Mayor de las Antillas para realizar estos desempeños laborales. En nuestro país todas las empresas importadoras, que regulan el comercio entre ellas, son estatales.
De esta forma, todo tipo de mercancía está en poder del Estado, que les da el uso que estima conveniente. Así, en este contexto podemos hacer la pregunta clave, ¿dónde van a adquirir los nuevos pequeños empresarios las mercancías e insumos, que necesitan para desarrollar sus empleos por cuenta propia?
Si alguien desea abrir una cafetería, ¿dónde obtendrá azúcar y café?, ambas férreamente racionadas y que regularmente el Estado compra en el extranjero, dada la poca producción nacional. Así se puede seguir con casi todas aquellas profesiones o pequeñas empresas como la carpintería, ¡en un país donde hace años no se pueden adquirir puntillas en el mercado!
Por otra parte, aunque todos pudieran abrir un restaurante, remendar zapatos o arreglar muebles viejos, eso no producirá fondos exportables, que es lo que el país necesita, para palear la crisis monetaria, que enfrenta. Los cubanos se pagarían unos a otros con un dinero desvalorizado, que daría vueltas de mano en mano y que no contribuiría a fortalecer la capacidad económica del país.
Además, con la política de eliminar comedores obreros y cerrar empresas no rentables, los lugares donde robar insumos estatales desaparecerán, lo que hará cada vez más difícil obtener lo necesario para mantener pequeños negocios. Esto unido a que habrá menos posibles compradores o clientes para esos establecimientos, debido a los despidos masivos.
Pudiera pensarse entonces, después de todos estos análisis, que será el Estado, quien suministre o venda los insumos a los nuevos dueños de pequeños negocios. Si analizamos esta hipótesis veremos enseguida, que no resulta coherente. Pues las compras del gobierno en el mercado externo deberán sufragarlas con moneda fuerte.
Así se vería en todo caso en la necesidad de vendérselas, a los nuevos negociantes, al precio de 24 pesos por cada dólar invertido. Entonces, los inversionistas tendrían que vender sus servicios ajustados a los precios de los insumos, más sus otros gastos, lo que daría por consecuencia que todos sus servicios serían inaccesibles para el cubano de a pie.
De esta forma, sus clientes serían solamente los que reciban moneda dura, de sus familias en el extranjero o los pocos que se las agencian por otras vías. Estos últimos son una pequeña parte de la población, la cual no es suficiente para obtener ganancias y continuar con sus negocios abiertos.
Por otra parte, si el Estado subsidia esas ventas a los futuros pequeños empresarios, estaría perdiendo miles de dólares, bastantes escasos en sus arcas. Además, como negocio sería fatídico, pues compraría caro para vender barato y eso, ni en el capitalismo ni en el socialismo es admisible.
No hemos analizado aún el costo político del asunto. Si ese millón y medio de cubanos, que se dice quedarán sin empleo, migran a las filas de un incipiente capitalismo, quedarían fuera de la jurisdicción del Estado, pues poseerían sus propias fuentes de sustento y no tendrían que permanecer fieles a un Estado del que no dependen.
Entonces, cuando se les solicite que asistan a una concentración, mitin o acto político de apoyo al gobierno, ¿asistirían? Comenzaría a perder el gobierno su dominio sobre los cubanos, pues como sentenció uno de los ideólogos del socialismo: «el poder económico conlleva al poder político.
Por lo que este humilde bloguero intuye, en el futuro serán miles de desempleados, cada uno de los cuales se tendrá que agenciar su propio sustento, y si habrá capitalismo será de Estado, o sea, «todo es mío» y los demás, que arreen como puedan. Nada cambiará, seguirá la familia imperial dueña de todo y seguiremos por el camino… que conduce al desastre.