Demanda Ciudadana por Otra Cuba más Verde (I), Carlos Alberto Martínez Muñoz.

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El Condado, Santa Clara, 12 de octubre del 2012, (FCP). «Como cubanos, hijos legítimos de esta tierra y parte esencial de nuestra nación, sentimos un profundo pesar por la prolongada crisis que vivimos y la demostrada incapacidad del gobierno actual para realizar cambios de fondo. Esto nos obliga desde la sociedad civil, a buscar y demandar nuestras propias soluciones.»

Así comienza el documento titulado «Demanda Ciudadana por Otra Cuba», lanzada y apoyada por un grupo cada vez más amplio de personas y organizaciones cubanas pro-Derechos Humanos. Un documento que es a la vez demanda, denuncia y protesta.

Allí se exponen los males sociales y económicos que laceran la dignidad humana en la Cuba de hoy, y se exige un debate público sobre numerosos temas. Para ello invoca los derechos de los ciudadanos, plasmados en la Constitución de la República, a quejarse, a ser escuchados y a recibir respuestas.

Sin embargo, llama la atención la falta de demandas relacionadas con los derechos de los ciudadanos a disfrutar de un medio ambiente sano. Esto puede ser quizás atribuido a que la Demanda fue elaborada bajo un sentimiento de urgencia, ante el sufrimiento humano que ocasiona la violación de los derechos civiles más elementales.

El derecho a un medio ambiente sano, al fin y al cabo incluido dentro de los «derechos de tercera generación», es muchas veces relegado a un plano secundario. Pero no por ser uno de los últimos derechos humanos reconocidos, es menos importante que el resto.

La preocupación por la preservación del ambiente en general y por la conservación de la Naturaleza viva en particular, tiene hoy un alcance planetario. Ello se debe en gran medida al movimiento ambientalista mundial, que ha contribuido a evidenciar el vínculo directo de la protección del entorno con el bienestar humano.

Actualmente, el modelo de desarrollo que preconiza la Organización de las Naciones Unidas es el de desarrollo sostenible, que tiene tres, y no dos, pilares básicos: el social, el económico y el ambiental. Esta visión, con sus tres pilares que contribuyen en pie de igualdad, eleva a su justo nivel el derecho a un medio ambiente sano.

Cualquier iniciativa ciudadana, bajo la égida de la democracia y de la implantación de un Estado de Derecho, debe promover los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Pero es importante que incluya también, explícitamente, el derecho de los cubanos a disfrutar de una relación armoniosa con su Naturaleza.

No obstante, la Demanda enuncia numerosos temas, principios y problemas que, de ser atendidos, implantados y solucionados, pueden aportar al desarrollo sostenible de la nación. A ello contribuye el comprometimiento «con una transformación democrática, donde todos puedan aportar sus visiones y contribuir a su materialización».

La Demanda abre las puertas a la verdadera participación de los ecologistas en la toma de decisiones ambientales, hasta ahora largamente monopolizada por el Estado cubano. O sea, que sea el conjunto de la Ciudadanía Cubana la que determine en qué medida y hasta dónde se interfiere e interactúa con el medio ambiente.

Esta postura civilista de algunos ciudadanos de esta Nación es un paso esencial ante la desidia existente al enfrentar a los depredadores de la naturaleza. Definitivamente, podría ser la llave que haga caer el «cinturón de castidad» con que el Gobierno cubano ha ocultado, durante largos años, sus impúdicos desmanes ecocidas.

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