Agustín Acosta, Aproximación al Ex-Poeta Nacional (I), Feliberto Pérez del Sol.

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Sakenaf, Santa Clara, Villa Clara, 9 de noviembre de 2012, (FCP). Agustín Acosta Bello dedicó 75 años de vida a su quehacer poético, en 1926 publicó La Zafra, primer canto antimperialista escrito en Cuba, en 1938 logró que el Congreso de la República declarase fecha celebrativa el 28 de enero, y en 1955 el Congreso Cubano lo declaró Poeta Nacional. Entonces, ¿Por qué un ser con tan excelso simbolismo apenas se conoce en la actualidad?

¿Qué motivó su deposición como Poeta Nacional en 1961? ¿Por qué cuando toda Cuba celebra el nacimiento de José Martí no se cita su nombre? ¿Qué llevó a Julio A. Mella a decir queLa Zafra era «el primer gran poema político«? De estos y otros temas sobre este bardo nacido en Matanzas el 12 de noviembre de 1886 y fallecido en Miami el 11 de marzo de 1979, versará esta serie de artículos.

Dueño de una poética precisa y de un pilar frenesí, Acosta fue uno de los escritores más profusos de la lírica nacional. Asomado al balcón de la poesía desde joven, su clasicismo nos dejó en total un cúmulo de 11 poemarios: ocho de ellos escritos entre 1915 y 1963 en la patria que le vio nacer, y tres en Estados Unidos, país donde residió los últimos años de su extensa y copiosa vida.

En el diario El Jején se dieron a conocer sus primeros versos, aunque su plena consagración la alcanzaría en El Estudiante, publicación de su medio pueblerino en la que se insertó en 1904, y que atesora buena parte de su creación primera. Allí, junto a otras valiosas voces de la poética nacional, que de igual modo reseñaban su labor artística, ensanchó su vocación por las letras.

Radicado en aquel tiempo en Jovellanos, pueblo ubicado al sureste de su ciudad natal, trabó una fuerte amistad con Carlos Prats Parets y con Joaquín Valdés Cataneo, escritores que influirían notoriamente en su futura formación literaria. Para alimentar ese espíritu creador hubo de trabajar como telegrafista y jefe de la estación ferroviaria del poblado.

El ámbito que respira en torno a sus tareas en dicho apeadero, y las escenas de la clase obrera que a diario advierte allí, las plasmaría en versos que luego tomaron vida. Consciente de esa realidad, y como resultado de su destino, absorbe cuanto de provechoso aquel universo le brinde.

Los años que permanece en Jovellanos hacen que su sensibilidad para la lectura y la poesía se traduzcan en el hombre de versos que pronto será. De aquel periodo quedó tan profunda huella de lirismo en su obra, que algunos autores, como Loló de la Torriente, afirman que su vida literaria se formó en buena medida en el citado poblado.

Ese propio año, en El Estudiante, su ardiente poema 27 de noviembre compartió página con A los Estudiantes, de Bonifacio Byrne. Este coterráneo suyo, en virtud de lo patriótico de su obra exhibía entonces el honorífico título de Poeta Nacional, mientras Acosta, sin imaginar que con el tiempo obtendría igual nombramiento, se complacía solo con compartir la página con él.

Martí y lo que su personalidad representa comenzaba ya a ganar terreno en la vocación espiritual del joven Agustín, como también lo hacía la figura de Federico Uhrbach. A ambos les dedicó luego valiosísimos apuntes y antológicos poemas.

Asociado con la segunda ola de escritores modernistas, varios críticos de nuestra literatura lo sitúan, junto a otros dos, entre los más distinguidos de la primera generación republicana de poetas. Lo acompañan en ese selecto grupo Regino Boti (1878-1958), natural de Guantánamo y José Manuel Poveda (1888-1926), oriundo de Santiago de Cuba.

Precisamente es una obra de cada uno de ellos lo que va a dar paso, según Henríquez Ureña, «al neomodernismo, primer brote de postmodernismo en Cuba«. De tal suerte, Arabescos mentales, 1913, de Boti, Ala, 1915, de Acosta y Versos precursores, 1917, de Poveda, son los títulos que les sitúan al frente del tardío auge modernista insular.

Acosta no solo es notable por haber escrito un libro como Ala, obra de obligada cita siempre que se aborde ese período, y que dio paso a lo que se llamó «renovación de la poesía«. La verdadera importancia de este heredero del modernismo encabezado por Rubén Darío, es haber levantado su voz estética en varias épocas contra los gobernantes que de un modo u otro ofendían nuestra

Portada de Ala, poemario que dio paso a lo que se llamó renovación de la poesía.

Portada de Ala, poemario que dio paso a lo que se llamó renovación de la poesía.

sufrida patria.

 

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