13 de Marzo: memoria de valor, José Luis León Pérez.

Leon.jpgEl Gigante, Santa Clara, Villa Clara, 14 de Marzo, (FCP). EI propósito de los asaltantes era desconcertar al régimen con el asesinato de Batista. Asimismo, entregar las armas de la guarnición a los convocados por medio de Radio Reloj. Además, usurpar otros puntos de la ciudad como el Cuartel Maestre de la Policía -ocupar su fuerte arsenal-, y así sucesivamente otras estaciones policiales y cuarteles hasta dominar la capital.

El fin de eliminar a Batista estuvo correlacionado con el asalto de la emisora Radio Reloj, la usurpación de la Universidad de La Habana, la irrupción en cuarteles y el cierre de las comunicaciones. Mediante estas acciones en la ciudad, los jóvenes cooperaban con los alzados que combatían en la Sierra Maestra.

Los 50 jóvenes que entraron al antiguo Palacio Presidencial, se desplazaron hacia el inmueble en dos automóviles y una furgoneta de la empresa Fast Delivery.SA. Ya en el interior del edificio, estos asumieron diversas misiones. Los que subieron al segundo piso en busca del Presidente comprobaron que este se había aventado por una escalera interna, anexa a su oficina.

Los combates en el Palacio fueron violentos. Se hizo más fuerte la resistencia de la guarnición, muchos jóvenes murieron, a otros se les agotaron las municiones. Deciden retroceder, para pedir refuerzos y continuar posteriormente el ataque, pero la operación de apoyo no funcionó.

A las tres y veintiuno de la tarde del 13 de marzo de 1957 llegó José Antonio Echeverría a la cabina de Radio Reloj. Allí, entregó a los locutores -apunta de cañón- varios despachos, donde se informaba del ataque al Palacio Presidencial y de un supuesto parte emitido por oficiales que habrían tomado la autoridad del Ejército.

Al final de este boletín, uno de los locutores anunció que el líder de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) daría a conocer una alocución al pueblo de Cuba. Inmediatamente, José Antonio inició una arenga donde comunicaba la muerte del Presidente Fulgencio Batista.

El discurso quedó cortado cuando el líder estudiantil repetía sus palabras, en el momento en que un empleado encargado de las transmisiones, en otro lugar, sacó del aire la emisora. Cuando al dirigente estudiantil le informaron que estaban fuera del aire, en su retirada, realizó unos disparos sobre el máster de la CMQ.

El 13 de marzo de 1957 quedó en la historia cubana como el día en que por unos segundos, casi es asesinado Fulgencio Batista por un grupo de estudiantes en su propia oficina.

No cuestiono la acción acometida por esos jóvenes. Ellos seguían sus propios ideales, y eso, es digno de respetar y valorar, debido a que actuar consecuentemente con sus principios los convertían en hombres libres. Pero no se puede cambiar los conceptos en el actuar de aquellos jóvenes hacia el Presidente de Cuba.

Los comunistas llaman: «ajusticiamiento» al asesinato, «portar armas» como acto necesario, «sabotaje» al acto terrorista, etc. Pudiera citar más ejemplos, pero eso no cambiaría mucho las cosas. Nuestros dictadores se han preocupado en acentuar y cambiar conceptos según les convenga para manipular al pueblo. Su máxima está cuando manipulan el sustantivo disidentes.

Hoy no exigimos jóvenes asaltantes, ni armados, ni que contengan odio en sus corazones. Necesitamos juventudes con voluntad de cambio en ascenso, jóvenes sin estigmas ideológicos, y que cultiven «Rosas Blancas». En fin, hoy nuestra Patria precisa de jóvenes libres para asegurar un futuro verdaderamente próspero y sostenible.

Las Razones de Céspedes, Alexander Andrade Guimbarda.

Alexander.jpgSanta Catalina, Santa Clara, 7 de marzo de 2014 (FCP). «Dígale al general Caballero de Rodas que Oscar no es mi único hijo, yo soy el padre de todos los cubanos que han muerto por la libertad de Cuba». Fue la respuesta que dio Carlos Manuel De Céspedes al oficial español que le ofrecía la libertad de su hijo prisionero, a cambio de que renunciara a la lucha por la independencia de Cuba. Este hecho le ganó el epíteto de El Padre de la Patria.

Nació el 18 de abril de 1819 en Bayamo. El 22 de marzo de 1838, en la Real y Pontificia Universidad de La Habana, obtuvo el grado de Bachiller en Derecho Civil.

Estaba en España en 1843 y participó en la sublevación del General Juan Prim. Luego salió de la península como exiliado político hacia Francia. Después, recorrió varios países para regresar a Cuba en 1844 convertido en un poliglota, pues ya dominaba varios idiomas, como el inglés, francés, italiano, además, del latín y el griego que ya conocía desde pequeño.

En 1867 compra el ingenio La Demajagua, en manzanillo, por la suma de 81 000 dólares. Allí desarrolló la mayor parte de sus actividades conspirativas.

Los conspiradores fijaron el 24 de diciembre como fecha para iniciar la rebelión. Sin Embargo, al ser descubierta la conspiración, Céspedes decide adelantarse y se alza en armas por la independencia de Cuba el 10 de octubre de 1868, en su ingenio Demajagua.

El 20 de octubre de ese año toma la ciudad de Bayamo donde se hace nombrar Capitán General de Cuba Libre. Esto es algo que no le perdonaron nunca los camagüeyanos, encabezados por el marqués de Santa Lucía, Salvador Cisneros Betancourt. Poco después los españoles atacaron Bayamo, la cual fue incendiada por los patriotas cubanos que no aceptaron pactar la rendición.

El 10 de abril de 1869, en Guáimaro se proclama la Constitución de la República de Cuba en Armas, redactada por los abogados Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana. Aparentemente en esta asamblea, fueron zanjadas las diferencias entre los patriotas del Camagüey, Bayamo y Manzanillo, y Céspedes fue elegido Presidente de las República en Armas.

Sin embrago, Cisneros Betancourt asumió el cargo de presidente de la Cámara de representantes, la cual contaba con poderes para destituir al jefe militar y al Presidente, algo que, el tiempo demostró, sería funesto para el movimiento independentista.

En 1870, la Cámara de representantes entra en contradicciones con el jefe del ejército, el general Manuel de Quesada y este resulta destituido de su cargo. Céspedes lo envía a Nueva York para organizar una expedición que trajera armas y pertrechos a los independentistas.

Tras la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte en Jimaguayú, Céspedes es depuesto de la Presidencia de la República en Armas el 28 de octubre de 1873. El cargo fue ocupado por Salvador Cisneros Betancourt. Aceptó este hecho con dignidad y sin oponer resistencia. Refiriéndose a su deposición, manifestó:

«(…) Me he inmolado en el altar de mi Patria, en el templo de la ley. Por mí no se derramará sangre en Cuba. Mi conciencia esta muy tranquila y espera el fallo de la Historia. Pongamos aquí punto final a la política».

Abandonado por sus compatriotas, se internó en la Sierra Maestra en un lugar llamado San Lorenzo. El 27 de febrero de 1874, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo es sorprendido por soldados del Batallón de San Quintín. En desigual combate perdió la vida ese día aquel ilustre bayamés, iniciador de la lucha por la independencia nacional.

En su Manifiesto Del 10 de Octubre, Céspedes expuso las razones que motivaron el inicio de la gesta independentista:

«(…) España gobierna a Cuba con brazo de hierro ensangrentado… que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin formación de proceso por comisiones militares en plena paz (…), la tienen privada del derecho a reunión como no sea bajo la presencia de un jefe militar, no puede pedir remedio a sus males sin que se la trate de rebelde y no se le concede otro recurso que callar y obedecer».

La realidad de la Cuba de hoy es muy similar a la que el Padre de la Patria describiera en este documento, ya que a 146 años del comienzo de las luchas por zafarse del yugo de aquella tiranía, el pueblo cubano aún no acaba de ver la luz de la libertad. A 140 años de su muerte «Las razones de Céspedes» siguen vigentes para luchar contra una de las peores tiranías de la Historia, el castrocomunismo.

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“El Roncador”, Un Desembarco sin Final, José Luis León Pérez.

Leon.jpgEl Gigante, Santa Clara, Villa Clara, 7 de Marzo, (FCP). En la madrugada del 29 de noviembre de 1884, la pequeña goleta llamada «El Roncador», enfila proa a las costas cubanas. El barco de un solo palo, transportaba 14 hombres, entre ellos cuatro marinos griegos y a José Ramón Leocadio Bonachea Hernández como jefe, desde Montego Bay en Jamaica.

A las dos de la tarde, ya fuera de las aguas jurisdiccionales, «El Roncador» es divisado por una lancha armada de la Marina española bautizada como «La Caridad». Esta había salido en su busca gracias a una delación producida en Kingston.

Bonachea, que temía por la suerte de sus compañeros decide no hacer frente a la lancha. Arroja por la borda todo el armamento, creyendo con ello, que el enemigo privado de las evidencias, los dejarían proseguir su viaje. De nada sirvió aquella acción, pues un documento, en manos del desertor que había quedado en Jamaica, era suficiente prueba como para incriminarlos.

Violando lo establecido por las leyes internacionales referente a embarcaciones que se encuentran en aguas no jurisdiccionales, los apresaron y condujeron a Manzanillo. Todo el traslado era en medio de ofensas y burlas vejaminosas. El día 6, fueron trasladados a Santiago de Cuba, en el vapor «Thomas Brooks».

En una oscura celda de «Cayo Ratones» Bonachea cumplió sus 38 años. El 13 de enero de 1885 es reubicado junto con sus camaradas a los calabozos del Castillo del Morro de Santiago de Cuba. Allí permanecieron hasta el 10 de febrero, donde son conducidos al crucero «Jorge Juan» con el fin de celebrarles Consejo de Guerra.

El Consejo sesiona durante dos días: 11 y 12 de febrero. La acusación: rebelión y filibusterismo. La sentencia: pena de muerte para el General José Ramón Leocadio Bonachea, el Coronel Plutarco Estrada, el Capitán Pedro Cestero, el Teniente Cornelio José Oropesa y el práctico Bernardo Torres. El 6 de marzo, les fue leída la sentencia a los reos condenados a muerte.

Estos pasaron a las capillas, «(…) acompañados de los sacerdotes que cada uno eligió , para confesar, (…). Los reos escucharon, atentos y resignados las exhortaciones, confesando y comulgando aquella mañana» .

En carta escrita desde la cripta a José Dolores Poyo expresa: «Vuestro amigo entregará su alma al Creador mañana a las ocho, (…). Aún continúo enfermo, pero esto no quita para que en esta hora esté con todo el vigor del hombre digno. Confío en que mis amigos y hermanos del heroico Cayo, me la consuelen y ayuden, sobre todo en la educación de mis hijos (…)» .

El día 7 a las seis de la mañana, los reos fueron conducidos a la explanada del Morro. Allí, se violó lo establecido por los códigos militares de las naciones civilizadas y las más elementales reglas de la ética y del humanismo. El resto de los prisioneros no condenados a muerte fueron obligados a presenciar el asesinato de sus compatriotas.

Cumplida la sentencia, el Capellán Párroco, Mariano López, emitió el certificado de defunción correspondiente: «(…) Que el día 7 de marzo de mil ochocientos ochenta y cinco mandé dar sepultura Eclesiástica en el Cementerio de esta Parroquia al cadáver de RAMON LEOCADIO BONACHEA, casado, de treinta y ocho años de edad y natural de Santa Clara, (…)» .

Diecinueve años después del triste día del fusilamiento, los restos de los cinco camaradas fueron exhumados. Estos se depositaron en el «Panteón de los Mártires de la Libertad» en el cementerio santiaguero de «Santa Ifigenia», cerca del lugar donde reposa José Martí el hombre que había sentenciado: «La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida» .

Nunca se sabrá, si Bonachea pudo haber considerado que debió haber actuado de otra manera. Quizás el sacerdote que estuvo a su lado, en sus últimos momentos, tuvo el privilegio de saberlo, pero el secreto de confesión selló sus labios. De cualquier forma, lo cierto es que murió reconciliado con el Dios que aprendió a amar y con él mismo.

Todos los cubanos que deseamos nuestra nación libre, sin arreglos, ni pactos pacifistas con los enemigos que la desdeñan, debemos rendirle todo tipo de honores a «El Hombre de Hornos de Cal». ¡Gloria Eterna a José Ramón Leocadio Bonachea Hernández!

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Bibliografía:

Carta de Spotorno a Bonachea, citada por Casasus, Op. Cit. p. 44.

JUAN J. E. CASASÚS: Ramón Leocadio Bonachea: el jefe de la vanguardia, La Editorial Librería Martí, La Habana, 1955.

Testimonio de Guarina Bonachea, citado por Casasus, Op. Cit. p.44.

Tomado de: Villa Clara y sus luchas por la Independencia (1878-1898) de Migdalia Cabrera Cuello.

Notas:

1-Bonachea eligió al padre Marcelino Vivar.

2-La Tarde, 11 de marzo de 1885. Citado por Casasus. Op. Cit. p. 216.

3-Casasus, Juan, J. E. Op. Cit. p. 218.

4-Libro de Defunciones de San Pedro de la Roca del Morro de Santiago de Cuba, Folio 6, No 20. Citadov por Casasus, Op. Cit. p. 234.

5-«Pilar Belabal», El Federalista, México, 5 de Marzo de 1876, t. 6, p. 420.

Perico: un Burro que no era tan Burro, José Luis León Pérez.

Leon.jpgEl Gigante, Santa Clara, Villa Clara, 21de febrero, (FCP). En la calle de San Cristóbal y Maceo el 26 de febrero de 1947 con 33 años murió Perico. Un burrito liberto y bonachón que había adquirido cariño en Santa Clara por su diario andar por la ciudad y rebuznar en las casas donde lo alimentaban o juguetear con los niños quienes les acariciaban las orejas. Era un animalito emblemático de la ciudad.

Si algunos burros han alcanzado fama en la literatura universal o nacional como Mayabe de Holguín y el de Bainoa -cuyos méritos pocos recuerdan o saben- y otros. Ninguno ha tenido un cariño popular real, ni que lo sobrepase en crédito y difusión como el de este pollino villaclareño.

Cuentan quienes conocieron al jumento, que primero tiraba de un carretón con helados y luego de otro con el cual se compraban y vendían botellas, pero un buen día, su dueño adquirió un camión y le dio la libertad. Entonces empezó el animal a labrar su leyenda, pues recorría libremente la urbe.

Así, Perico dejó de ser un burro vulgar para convertirse en la mascota de la población. Esta popularidad creció por su presencia, junto a jóvenes y adolescentes, incluso en protestas estudiantiles.

Pero, no todo fue color de rosa para Perico. Al alcalde Artiles, no le gustaba verlo en el parque en busca de sombra al amparo de un árbol o alimentándose y mandó a la policía a sacarlo del lugar. La tarea se la dieron a un vigilante nuevo que desconocía la popularidad y el cariño que le tenían los vecinos de la ciudad.

Lleno de autoridad trató de espantar al pollino. Al no reaccionar lo empujó, y como Perico no entendía aquel trato se negaba a dar un paso y recibió entonces una lluvia de toletazos. Tuvo suerte el uniformado de salir con vida porque los estudiantes le tiraron piedras, las mujeres escobazos y los hombres puñetazos por atropellar al orejudo.

La furiosa protesta de los pobladores demostró al alcalde que Perico era mucho más querido que él y no le quedó otra alternativa que revocar la orden. Como se acercaban las elecciones algunos bromistas le pusieron una sábana pintada con este letrero: «No voten por Artiles que nome deja caminar por el parque«.

Muchos recuerdan como bebía abundante cerveza, su simpatía en los desfiles de carnavales con la comparsa «Los Pilongos» o cuando estudiantes, contrarios al gobierno de turno, colgaban del lomo del manso cuadrúpedo, carteles políticos de oposición al régimen.

perico ha muertoLo más asombroso de su vida fue su muerte. Eran las seis de la tarde del 26 de febrero de 1947, Perico se encontraba cerca del café Villa Clara, Bienvenido Pérez (Lea) lo vio y se le acercó. Al notarlo cabizbajo y afiebrado le dijo: -Perico tú estás enfermo, vamos para la casa-. Y el animalito siempre obediente le siguió hasta la botellera.

A la mañana siguiente, -Caballo-, le dijo el sereno que cuidaba el patio de la botellería. Muy temprano le preguntó Victoria: -¿El viejo está durmiendo?- y tras su respuesta afirmativa, -Pues mira, Perico ni se mueve, pa’ mí que está muerto, yo lo estuve mirando por una ventana-, señala la vecina.

No hallaban cómo decírselo a Lea, pero al final la dolorosa realidad se impuso. Al divulgarse la noticia, muchos centros de trabajo cesaron sus labores, innumerables escuelas enviaron a sus alumnos. Todos querían ver por última vez su simpática figura.

Gran consternación causó su fallecimiento. En las escuelas se suspendieron las clases y el pueblo entero se volcó al lugar donde yacía inerte Perico a llevarle flores. Se hizo una esquela mortuoria y se convocó el entierro para las cinco de la tarde en el patio de la propia botellería de Lea, donde fue sepultado.

Los niños crearon una Comisión e hicieron una esquela que repartieron por la ciudad y recaudaron dinero para coronas y flores. Fue enterrado al día siguiente a las cinco de la tarde al lado de su corral y rodeado de su pueblo que ahora lo mantiene vivo en una herrumbrosa y triste escultura que perpetúa su imagen y no así en su memoria.

Cuando la última palada de tierra cubrió su ataúd y las coronas y flores vistieron de colores su tumba, el destacado senador de la República doctor Elio Fileno de Cárdenas, en representación del pueblo y del gobierno, despidió el duelo con palabras llenas de tristeza y dolor.

La radio y los periódicos cubanos describieron aquel impresionante sepelio. El influyente diario The New York Time publicó la noticia bajo el título de «Perico has died» (Perico ha muerto) informó así al mundo de su muerte y su leyenda.

Perico demostró, en suma, que un burro puede no ser tan burro. Definición compuesta, naturalmente, desde el punto de vista humano. Porque, como les he contado, los habitantes de Santa Clara amaron a Perico por actos que parecían copias de la conducta de hombres y mujeres.

Al andar por más de medio siglo, la imagen de Perico tristemente no irrumpe en la vida de los pobladores de Santa Clara. Estos, solos, no pueden rescatar su historia a pesar de ser –Perico– patrimonio local. Solo un Gobierno con verdaderas intenciones puede rescatar las leyendas patrimoniales y contribuir con ellas a la identidad local y regional.

Para que la fama de Perico no muera, yo como cubano y –sobretodo– santaclareño propongo a esos oídos sordos hacer un libro y que como otros de igual asunto o de menos importancia se reediten o se estudie periódicamente. Lo merece. Aseguro que estos el pueblo santaclareño lo agradecerá eternamente.

A Perico quizás lo aventajen mundialmente en nombradía. El asno del Domingo de Ramos, el de Sancho Panza y Platero, ellos tuvieron a grandes como cronistas. Perico, con una existencia más enjundiosa y versátil, no ha hallado aún biógrafos, tan competentes como aquellos, que lo pongan a vivir para siempre en la relectura.

Un libro que yo empezaría sería así: Perico, fructifica de ocaso sus ojos negros, se va, dócil, a un charquero de aguas de carmín… Y no sigo: me percato de que recito a Juan Ramón Jiménez. Como este, es el autor que Perico aún espera.

Perico dejó de ser un burro vulgar para convertirse en la mascota de la población

Perico dejó de ser un burro vulgar para convertirse en la mascota de la población.

Simón Wiesenthal el Cazanazis, Alexander Andrade Guimbarda.

Alexander.jpgSanta Catalina, Santa Clara, 25 de febrero del 2014, (FCP). « Si hay algunos pendientes, ya son demasiado viejos y débiles para afrontar ahora un juicio. Mi trabajo está hecho». Dijo hacia el final de sus días Simón Wiesenthal quien dedicara la mayor parte de su larga vida a buscar a criminales de guerra nazis y llevarlos ante la justicia.

Nació un 31 de diciembre de 1908 en Buczacz, bajo el Imperio Austrohúngaro, hoy perteneciente a Ucrania. Se graduó de arquitecto en la Universidad de Praga en 1932.Tras el pacto Molotov-Ribbentrop la ciudad polaca de Leopolis, donde vivía, fue ocupada por tropas soviéticas. Su padrastro y su hermanastro fueron asesinados por la NKVD, la Policía Secreta de Stalin.

Cuando en junio de 1941 la Alemania nazi invadió a la Unión Soviética, fue arrestado con su familia en Checoslovaquia. Su esposa logró escapar gracias a su apariencia Aria, pero Wiesenthal fue internado durante más de cuatro años en 12 campos de concentración.

Wiesenthal consiguió los nombres de los soldados alemanes que lo torturaron en su reclusión y tras su liberación en 1945 se dedicó a buscarlos en una especie de venganza personal, al alegar que eran criminales de guerra. Empezó por trabajar en la recogida de documentación para los procesos judiciales contra criminales de guerra realizados en Núremberg.

En 1947 fundó, junto a 30 voluntarios más, el Centro de Documentación Judía, con el fin de recoger información para futuros procesos. Sin embargo, las grandes potencias perdieron el interés en promover juicios contra criminales nazis y el grupo se dispersó.

No obstante, el siguió en la recopilación de información en su tiempo libre y en 1954 localizó en Buenos Aires a Adolf Eichmann lo que informó al Centro de Investigación del Holocausto Yad Vashem en Israel. Gracias a esto el criminal fue capturado por El Mossad.

Eichmann, había planificado la deportación y la muerte masiva de judíos en Europa. En 1960 fue secuestrado en Argentina y trasladado clandestinamente a Israel donde lo sentenciaron a muerte. Fue ejecutado en 1962. Gracias a esto Wiesenthal reabrió su Centro de Documentación Judía con el apoyo de donaciones de todo el mundo.

Entre sus grandes éxitos esta el haber identificado y ubicado a Karl Silbifbaner. Este sujeto fue el oficial de la Gestapo responsable del arresto de Ana Frank, descubierto en 1963 cuando trabajaba como inspector de policía en Viena.

Wiesenthal localizó a 9 de los 16 nazis juzgados en Alemania Occidental por el asesinato de la población judía de Leopolis, su ciudad natal. Frank Stangl, comandante de los campos de concentración de Treblinka y Sobibor, fue capturado en 1967en Brasil y Josef Schwammberger, comandante del gueto de Przemysl, fue detenido 1987 en Argentina.

Hermine Braun Steiner, un ama de casa que vivía en Nueva York, y que había supervisado el asesinato de cientos de niños durante la guerra, también fue identificada.

En 1977 se fundó en la Universidad Jeshiva de Los Ángeles, el Simón Wiesenthal Holocausto Center. Este actualmente cuenta con 400 000 miembros y sedes en Toronto, Buenos Aires, Jerusalén y Paris.

Durante toda su vida recibió amenazas de muerte. En 1982 explotó una bomba puesta frente su casa en Viena por neonazis.

Tras 58 años de trabajo, anunció su retiro en abril de 2003. Llevó a 1100 criminales ante la justicia y recibió importantes distinciones como el titulo de Caballero Honorífico por toda una vida de servicio a la humanidad, otorgado por Gran Bretaña, la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos, la Medalla por la Libertad Holandesa, la Legión de Honor Francesa y otras.

Wisenthal también recibió el Premio Erasmus en 1992, que se otorga a personas e instituciones que hayan contribuido de manera relevante en la construcción de Europa. Lo han recibido, entre otros, Charles Chaplin, en 1965 y Vaclav Havel en 1986. Simón Wiesenthal falleció a los 96 años de edad en Viena y fue sepultado tres días después en Israel, el 23 de septiembre de 2005.

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Simon Wiesenthal.

Serie del Caribe, Alexander Andrade Guimbarda.

Alexander.jpgSanta Catalina, Santa Clara, 21 de febrero del 2014, (FCP). Este evento tuvo su origen cuando los empresarios venezolanos Oscar El Negro Prieto y Pablo Morales presentaron la idea a fines de 1948. Esto fue en la ciudad de Miami en una reunión de la Confederación de Beisbol del Caribe, integrada por Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Panamá.

El 21 de agosto de 1949 en La Habana se concretó el acuerdo para su realización. En esta competición participarían los cuatro equipos campeones de la liga de los países miembros de la Confederación de Beisbol del Caribe. Las cuatro novenas se enfrentarían a dos vueltas en seis días, con dos juegos diarios, durante el mes de febrero.

Durante dos años se celebraron, tanto la Serie Interamericana, como la Serie del Caribe que se inauguró en 1949 en el Grand Stadium de La Habana, conocido también como Estadio del Cerro en la capital cubana. En esta primera edición del certamen resultaron campeones los anfitriones con la novena de los Alacranes del Almendrares, dirigidos por el manager Fermín Guerra.

La primera etapa de las series del Caribe se prolongó hasta 1960. De las 12 ediciones que se jugaron, Cuba ganó siete, Puerto Rico cuatro, Panamá una, sin que los venezolanos pudieran llevarse el título ni una sola vez.

El segundo campeonato conquistado por una novena cubana en Series del Caribe fue en la de 1952, celebrado en Panamá. Allí los de la mayor de las Antillas vestían la camiseta de los Leones de La Habana donde, comandados por Miguel Ángel González, terminaron invictos.

Los Elefantes de Cienfuegos se llevaron el cetro en 1956. Las series de 1957 y 1958 fueron ganadas consecutivamente por los Tigres de Marianao. En 1959 se impusieron los Alacranes del Almendares y la última edición en que jugaron los profesionales cubanos fue ganada de manera invicta por los Elefantes de Cienfuegos dirigidos por Tony Castaño.

En 1961, un ser lleno de todos los vicios y complejos humanos, el cual responde al nombre de Fidel Castro Ruz, prohibió los equipos profesionales en Cuba. Según este funesto personaje que se adueñó de la Isla, los peloteros no serían más esclavos. Claro que todos sabemos que a diferencia de los profesionales, esclavos son los que no reciben retribución alguna por su trabajo.

Este hecho provocó que durante una década la Serie del Caribe no se realizara. En 1970, las ligas venezolana, puertorriqueña y dominicana decidieron reanudar el evento lo que resultó un fracaso, por lo cual en 1971 se confirmó la entrada de la Liga Mexicana del Pacífico. Los Naranjeros del Hermosillo, pertenecientes a esta liga, son los actuales campeones de la Serie del Caribe.

A partir de 1971 la República Dominicana ha sido el país con más títulos ganados, con 19, seguido de puerto Rico con 10, Venezuela con 7 y México con 9. Los quisqueyanos Tigres del Licey son los máximos ganadores en estos eventos con 10 campeonatos, secundados por las Águilas Cibaeñas- también de Quisqueya la Bella- y los borinqueños Cangrejeros de Santurce, ambos con cinco títulos.

A medida que el sátrapa miserable desaparece, despacio, como las heces cuando son descargadas por el inodoro en cámara lenta, y la vida vuelve a tomar su cauce natural, es decir, cuando Cuba retorne a ser un país libre, democrático y civilizado, estoy seguro que nuestros peloteros volverán a conquistar el lugar que se merecen, por su calidad innata, en las Series del Caribe.

Eduardo Facciolo, Similitudes en la Distancia. Feliberto Pérez del Sol.

Feli.jpgSakenaf, Santa Clara, Villa Clara, 7 de febrero de 2014, (FCP). Un día como hoy, pero de 1829, nació Eduardo Facciolo, el primer periodista cubano asesinado por combatir una de las tantas tiranías entronizadas que hemos padecido. Vio la luz este mártir de las ideas al otro lado de la Bahía de la Habana, en el pueblo de Regla, y hoy lo poco que le recuerda es que su nombre designa la antigua calle San Agustín donde naciera.

Fruto del matrimonio entre el español Carlos Facciolo Picardo y una cubana que este torpe escribidor no ha logrado averiguar aún, el joven de solo 23 años dejó tras su trágica partida un ideal digno de seguir por quienes en Cuba ansiamos una libertad plena. El oprobio español le ejecutó por anhelar la libertad para su patria y los suyos, pero más que nada por atreverse a publicar un periódico donde proponía ideas libertarias.

Creció el empírico periodista en una época de conspiraciones, arrestos, pesquisas y reuniones a escondidas. Ayudante en la imprenta del periódico Faro Industrial de La Habana escuchó a grandes de nuestras letras versar allí sobre autonomía, libertad y revolución, no es de extrañar que luego de conocer los secretos del oficio publicara el 12 de junio de 1852 el primer número de La Voz del Pueblo Cubano, publicación donde estos vocablos aparecían reiteradamente.

Valentín Cañedo, capitán general entonces, luego de leer el ardiente contenido de la osada y precursora hoja de la prensa independiente cubana acentuó los arrestos sobres los criollos desafectos. La ira de Cañedo se debió a que cada uno de aquellos 2 000 ejemplares instaban a los cubanos a luchar para derrocar el gobierno tiránico que España les imponía.

El solo hecho de que La Voz del Pueblo Cubano circulara por las calles de La Habana y de otras ciudades del país, hizo que la cuenta con la Junta Revolucionaria se saldara en parte. A través de la Junta los cubanos avivaban sus deseos independentistas, pero se requería de una publicación donde responder a los airados ataques que asiduamente vertía sobre ellos la prensa oficial, de ahí que La Voz se levantara como estandarte de lucha contra el dominio español en la Isla.

Demás está decir que a las detenciones se sumaron las habituales delaciones que adornan lo perverso de las personas cuando viven bajo un régimen de terror e intolerancia. Ante tal dilema Facciolo mudó la imprenta a otro sitio, pues el cuarto donde vivía Ramón Fonseca, situado justo al frente del Palacio de los Capitanes Generales y que fungía como «redacción y talleres», ya no era un lugar seguro.

Con la imprenta ubicada ahora en casa de un amigo residente en su natal Regla, el 4 de julio del propio año salió el número dos de aquel irreverente impreso. En el mismo tildaban de «General Salchicha» al Capitán General e incluían una poesía en honor a Narciso López. Todo un atrevimiento, pero justamente lo que necesitaban los criollos para mantener en alto el ideal.

Pese al control que las autoridades coloniales ejercían sobre la población, no entendían como no habían dado aún con los autores de la atrevida página. Esta inquietud se acrecentó con la salida del tercer número el 26 de julio, el cual levantó nuevos revuelos en las huestes peninsulares y nuevos bríos en el bando insular, pero también nuevos riesgos para Facciolo y los suyos, quienes estaban radicados ahora en una vivienda de la céntrica calle Galiano.

Pasadas las tres semanas que separaban un número de otro, quienes esperaban la menuda y vibrante hoja vieron con dolor como el lunes 23 de agosto la policía entraba a la habitación 44 de la calle Obispo, último local de La Voz, y detenía a Facciolo y a sus dos ayudantes. El número cuatro estaba listo para distribuirse, pero al joven Eduardo lo enviaron al Castillo de la Punta y el Consejo de Guerra dictó pena de muerte en la horca, lo cual se efectuó el 28 de septiembre de 1852.

Aquel proceso judicial siguió los usuales rumbos de otros tantos originados de la delación. Poco más de un siglo después, el mismo día y mes que asesinaron al primer periodista independiente cubano, Fidel Castro instituyó una organización llamada Comité de Defensa de la Revolución, e irónicamente su principal misión fue, y es, estimular la delación.

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Emblema de los Comités de Defensa de la Revolución, organización de masas fundada por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1960, en La Habana, Cuba, su principal función es estimular las delaciones.

Marta Abreu Más Allá del Tiempo, Feliberto Pérez del Sol.

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Sakenaf, Santa Clara, Villa Clara, 3 de enero de 2014, (FCP). Marta Abreu jamás fue sorda o ciega a la caridad, quien lo niegue ofende su generosa existencia y humilla a quienes desde su ciudad natal honran la piedad con que actuó la ilustre patricia. El pasado 2 de enero se arribó al 105 aniversario de su muerte, y qué mejor modo de recordar a La Benefactora que comentar sobre algunos de sus actos benéficos realizados tras ser expulsado el dominio español de Cuba.

Un rasgo que definió la actitud moral de Marta fue que no mostró odio ni hacia aquellos que en sus días eran del lado español, no obstante haber sido ella una tenaz separatista que ayudó monetariamente la causa por la soberanía nacional. Recoge la historia que una vez pactada la paz con España varios peninsulares radicados en Santa Clara se le acercaron por la desigual situación en que vivían luego del cese de la dominación española en la Isla.

Argüían que el sitio donde radicaba su casino se lo pidieron para instituir el Liceo de Villaclara, y como ahora eran minoría se les dificultaba hallar un espacio adecuado. Por ello le solicitaron un local vacío que existía en los altos del Teatro La Caridad, a lo que ella respondió que fijaran ellos mismos el precio del alquiler y se lo hicieran saber, y que si no podían pagarlo igual quedaría satisfecha. Demostraba así lo libre de pasiones y odio que estaba.

Su amor por los más pobres de su tierra natal es algo que le seducía. Tras la Reconcentración ejercida por Valeriano Weyler contra los cubanos, buen número de niños santaclareños perdieron sus familias y sus hogares y fueron acogidos en una especie de asilo. El Ayuntamiento local, sin suficientes recursos para enfrentar esto, no halló más solución que acudir a la bondadosa mano de Marta Abreu.

Según lo pactado por ella, pues fue ella quien lo costeó, las ganancias obtenidas en el Teatro La Caridad se manejarían a partes iguales entre ella y el Municipio. De más está decir que su 50 %, correspondiente a mitad de los 199, 90 pesos oros y los 796, 69 en plata existentes en las arcas del teatro el 4 de enero de 1901, lo destinó a solventar a aquellos huérfanos de la guerra.

Luego que a su esposo Luis Estévez le invistieran primer vicepresidente de la República el 20 de mayo de 1902, Marta Abreu vio alterado un tanto el candor del entorno familiar. No obstante, y sin alterar los deberes protocolares que el cargo de su cónyuge le exigían, su vida transcurría con normalidad entre el ingenio San Francisco y su vivienda ubicada en Prado 72, en La Habana.

En el # 1 del citado paseo habanero radicaba entonces la Cárcel, por lo que desde su casa advertía el constante trasiego de reclusos que casi siempre iban atados por los codos con lastimosas cuerdas, hábito heredado de la colonia que Marta aborrecía. No es de extrañar que la excelsa dama esgrimiera su oposición a tan cruel costumbre, y donara ella misma las esposas que en lo adelante llevarían los prisioneros.

Para obtener lo anterior apeló a su esposo, y por aquellos días y por varios años más, sobre todo en La Habana, entre policías y cuidadores de presos se usó decir que habían colocado «las Marta Abreu» cuando esposaban a alguien. Ahora bien, que a un áspero método de seguridad se le haya dado tan piadoso apelativo, señala cómo hasta «en las malas» nada se le puede reprochar a la noble santaclareña.

Por todo lo anterior, lo cual solo son mínimos ejemplos, no existe razón para que «Vanguardia», único periódico permitido por el régimen en la provincia, en su ejemplar impreso del pasado 4 de enero «olvidara» escribir sobre Marta Abreu en el aniversario 105 de su muerte. No obstante, y por más que lo intente el aparato propagandístico comunista, la ingente filantropía prodigada por Marta a sus coterráneos no se borrará ni con 55 años más de dictadura.

Marta Abreu.

Motín Contra el Presidente, Alexander Andrade Guimbarda.

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Santa Catalina, Santa Clara, 20 de diciembre del 2013, (FCP). Sin escolta, a pesar de que podían asesinarlo, el Presidente llegó hasta el derruido ingenio Lagunas de Varona, donde se concentraban los sublevados que reclamaban su renuncia al cargo, y exigió se presentara ante sí el mayor general Vicente García, jefe de los sediciosos. Sin embargo, el requerido no dio la cara.

En su lugar lo hicieron el doctor Miguel Bravo Sentíes, el Mayor general José Miguel Barreto, el diputado Lucas del Castillo y el coronel Antonio Bello, miembros de la sociedad secreta Hermanos del Silencio, quienes le comunicaron que lo desconocían como presidente de la República en Armas. Después, los amotinados levantaron el campamento y lo dejaron solo.

Ese mismo día la Cámara de Representantes se reunía en San Nicolás de Camagüey, presidida por el diputado Juan Bautista Spotorno Georovich y acordaba designar una comisión para entrevistarse con los sediciosos. La Cámara terminaría por aceptar lo que estos demandaban, lo cual no sería más que la destitución de Salvador Cisneros Betancourt como presidente.

De no haber escuchado los reclamos de lo amotinados, el gobierno podía reducirlos a la obediencia, pues contaba con la lealtad de las tropas de Antonio Maceo en Oriente, las de Henry Reeve en Camagüey y las de Máximo Gómez en Las Villas. Pero esto hubiera conllevado al fin de la revolución de 1868.

Esta grave indisciplina, protagonizada el 26 de abril de1875 por un grupo de tropas y oficiales de alta graduación, tuvo su raíz más honda en el regionalismo que desde el comienzo mismo de la guerra por la independencia, dividió a los patriotas. La destitución de Céspedes, un año y seis meses antes, el 27 de octubre de 1873, tuvo la misma causa como factor principal.

El haber adelantado la fecha del alzamiento ocurrido en la Demajagua, nunca se lo perdonaron los camagüeyanos al hacendado bayamés Carlos Manuel de Céspedes. Dicho levantamiento fue secundado por el de las Clavellinas en Camagüey, encabezado por uno de los hombres más ricos del país, el marques de Santa Lucía, Salvador Cisneros Betancourt.

A pesar de su origen aristocrático, Cisneros Betancourt era de ideas democráticas por haber sido educado desde su infancia en Filadelfia, cuna de estas ideas en América, y donde se graduó como ingeniero civil. Tras haberse proclamado la Constitución de Guáimaro el 10 de abril de1869, aparentemente quedaron zanjadas las diferencias entre los patriotas de Oriente y Camagüey.

Sin embargo, luego de la muerte de Ignacio Agramonte la Cámara de Representantes a la cual la Constitución le confería amplios poderes, y que era presidida entonces por Cisneros Betancourt, acordó la destitución de Céspedes cuyo cargo ocupó aquel. El Padre de la Patria, abandonado en San Lorenzo, murió a manos de efectivos del batallón de San Quintín.

Los seguidores de Céspedes crearon una sociedad secreta nombrada Los Hermanos del Silencio, pues pretendían restituirlo en la presidencia y, tras su muerte, la venganza. Cuando el presidente Cisneros ordenó a Vicente García marchar con sus tropas hacia Las Villas a reforzar las de Gómez en la invasión a occidente y este se negó, los cespedistas vieron su oportunidad de revancha.

Con la destitución por la Cámara y posterior muerte de Céspedes y la deposición de Cisneros por un motín militar, la revolución dejó de ser conducida por sus dos principales iniciadores. Estos precedentes negativos serían de gran provecho para sus enemigos y conducirían inexorablemente a los patriotas a tener que aceptar en 1878 una paz sin independencia ni libertad.

Un Titán de la Historia, Alexander Andrade Guimbarda.

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Santa Catalina, Santa Clara, 13 de diciembre del 2013, (FCP). Antonio de la Caridad Maceo y Grajales nació el 14 de junio de 1845 en Majaguabo, municipio de San Luis, zona rural de Santiago de Cuba. Su padre fue el venezolano Marcos Maceo y su madre la cubana Mariana Grajales, quien le inculcó la férrea disciplina que sería factor determinante en el desarrollo de una recia personalidad.

Su carrera militar comenzó al incorporarse al alzamiento de 1868 de Carlos Manuel de Céspedes. Por su valentía, sus habilidades estratégicas y su disciplina ascendió con rapidez en la escala castrense, a pesar de las tendencias racistas y clasistas de varios de los líderes independentistas de origen burgués o aristocrático.

Antonio Maceo rechazó las sediciones militares de Lagunas de Varona y Santa Rita, que minaron la unidad de las fuerzas independentistas. A la región de Las Villas se negó a acudir el Mayor General Vicente García, lo que posteriormente impidió la extensión de la guerra al occidente del país.

Las divisiones, el regionalismo y la indisciplina provocaron el desaliento entre los patriotas cubanos. De esto se aprovechó el general español Arsenio Martínez Campos, quien ofreció una amnistía a los independentistas y algunas reformas legales a cambio del cese de las hostilidades.

El 15 de marzo de 1878 Antonio Maceo se reunió en Mangos de Baraguá con Martínez Campos para discutir los términos de la paz. Sin embargo, el líder cubano protestó porque estos no incluían ni la abolición de la esclavitud ni la independencia de Cuba, por las cuales los cubanos habían luchado durante diez largos años.

Días después Maceo reinició las hostilidades. Para salvar su vida, el gobierno de la República en Armas le encomendó partir al extranjero para recaudar fondos, armas y soldados. Su gestión fue prácticamente nula por el desaliento existente entre los exiliados a causa de la Paz del Zanjón.

Con Calixto García, en Nueva York, preparó la llamada Guerra Chiquita de 1879. En esta no peleó directamente ya que García partió primero como jefe principal para evitar los prejuicios raciales que actuaban contra Maceo, puesto que la propaganda española lo calumniaba al acusarlo de pretender una guerra de razas.

Se encontraba exiliado en Costa Rica cuando fue contactado por José Martí, quien lo invitó a sumarse a la guerra que se preparaba. En 1895, junto a Flor Crombet, desembarcó en costas cubanas. Posteriormente, en la reunión que sostuvieron Maceo, Gómez y Martí en la finca La Mejorana, no lograron ponerse de acuerdo en lo referente al gobierno civil.

Desde Mangos de Baraguá partieron al mando de dos columnas de soldados independentistas Gómez y Maceo para extender la revolución al oeste de la Isla. A pesar de la superioridad abrumadora en hombres y técnica y de dos poderosas trochas militares, construidas con este fin, el ejército español no pudo evitar la invasión.

En el extremo occidente de la isla Maceo batió con éxito a los mejores generales españoles de la época. Después de diezmar las tropas enviadas contra él, volvió a cruzar la Trocha de Mariel a Majana para marchar hacia Las Villas donde debía reunirse con Máximo Gómez. Pero este encuentro nunca se produciría.

El 7 de diciembre de 1896, cerca de Punta Brava, en la finca de San Pedro, Antonio Maceo encontraría la muerte. Avanzaba con un reducido número de hombres cuando fue atacado por una fuerte columna enemiga. Una bala que le quebró la mandíbula y le penetró el cráneo cercenó la existencia de uno de los hombres más extraordinarios de la historia de Cuba.

Antonio Maceo fue de filiación política democrática y manifestó siempre su simpatía por la forma de gobierno republicana. Su pensamiento libertario, junto al vasto y universal de José Martí, vivirá para siempre entre lo mejor de la juventud cubana.

Antonio Maceo luciendo su uniforme.

Antonio Maceo luciendo su uniforme.